viernes, 7 de octubre de 2011

Ganadores del Concurso de octubre en Paradela

El día después – Ana (blog Certificado de existencia)
(LO ACONTECIDO)
La vida consiste en un arduo equilibrio entre el recuerdo y el olvido,  los dos lo sabemos, hay que olvidar cuando alargamos las manos y no encontramos ya nada, sólo el verdín que crece en torno al abandono.
En ese vaivén me encuentro yo, en ese mar de recuerdos y olvidos, intentando olvidar lo inolvidable, después de ese disparo certero directo a la vena, al corazón, a las entrañas, después de recoger del suelo  camisas, corbatas, pantalones, después de recoger tu miedo y meterlo en los bolsillos, después de la huida hacia ti mismo hacia la seguridad de tus límites.
Fue solo cuestión de supervivencia, mis manos estaban cansadas de estar quietas, mi apatía era la realidad de mi mundo, cansada de tus enigmas y tus jeroglíficos indescifrables, necesitaba respirar con el viento de cara y prometí olvidar esta guerra cuerpo a cuerpo donde imperaban las normas y lo sistemático, tu sistema personal de tenerme cuando querías, mi espera se hizo eterna en los días sin tu presencia.
Retrocedí para encontrarme justo donde te encontré a ti, en ese punto donde me había perdido, retrocedí para recordar mi sonrisa de ayer y volver a ser yo, retrocedí en el calendario y me dolían aquellos días, por eso me fabriqué uno nuevo con días de colores como si fuese festiva cada nueva jornada.

Me senté junto a mí, que es lo mismo que poner las cartas sobre la mesa, que es lo mismo que pensar y mirar en mis adentros y con una escoba  imaginaria empecé a barrer los recuerdos que me estorbaban.
 

 
Me pinté sonrisas nuevas y dejé en un armario guardadas tantas cosas...para olvidar ese ir y venir tuyo, mi antigua  espera sin tiempo, mi larga espera sin luna, y mi alma se alío con mi mente para anestesiarme del resto de los días sin ti.
 
Prometí odiarte desde el amor más hondo que siento, que es la peor forma de odiar, desde la nostalgia que provoca tu ausencia, tu quietud, tu dejarte querer a ratos, y decidí vivir dedicándole una sonrisa a la vida, distraerme de tu aroma encallado ya en mi piel, vivir aun con este oleaje que llevo dentro, con este galimatías que soy yo, comparando la intensidad del dolor con el amor vivido, en una batalla diaria donde gana "quien no fue" y pasa como siempre "pierde quien ha sido".
(El DÍA DESPUÉS)
El despertador ha sonado hoy a las siete, como siempre, su tic-tac rutinario y cansino ha marcado mi noche diciéndome que a pesar de todo sigo viva. La mañana está gris, en mi ventana se deslizan pequeñas gotas de lluvia y los claveles se balancean suavemente en una danza interminable y monótona, los acordes de la quinta sinfonía de Beethoven suenan en el aire, es mi melodía de los amaneceres tontos cuando se me hace difícil esa sonrisa que le prometí a la vida.
No dejo de pensar en ti en todo momento, oigo tu voz y me imagino allí contigo llenando los momentos con miradas, con silencios, con sentimientos fuertes dispuestos a florecer. Es extraño sentir tanto sin ver, sin tocar, sin oír, en definitiva esto es soñar y como en un día más, todo sigue su ritmo y sin embargo nada es igual que antes, las palabras se las llevó algo más que el viento y no puedo mentir ni inventar que soy feliz en esta mañana bucólica y plomiza dentro de mi edredón azul, no me puedo permitir pensar mentiras.

La soledad se ha instalado sin pedir permiso entre estas cuatro paredes de la estancia donde sobrevivo, se recrea y evoca recuerdos, me susurra unos versos, me vapulea y me interroga, es cruel con mi propio delirio. La ducha me devuelve a la vida, siento como el agua arrastra tus besos por mi piel hasta caer al suelo, me lavo de tu olor y de la huella de tus manos dibujando deseos, la caricia perfecta, todavía hoy encontré restos del naufragio en mi desnudez.

                   
Me enfundo los vaqueros, me refugio bajo el paraguas y  me zambullo en la vida...podría mostrarte cicatrices, recordarte promesas, te quieros, deseos, incendios, podría decirte como me duele hoy la mañana, como arrastro mi alma por las aceras...pero no debo entregarme a las inutilidades, porque las palabras no tienen destinos. Salgo a la calle y llueve, sigue lloviendo sobre mojado en mi vida, me acompañas aunque no estés, me persigues después de tu huida y sé de pronto que a estas sensaciones se les llaman "recuerdos" se les llaman "añoranzas". Alguien me sonríe, los niños van a clase cargados con sus mochilas y el chubasquero, los coches salpican al cruzar los charcos, huele a cafetería y a pan recién hecho, a tierra mojada, todo sigue igual "el día después", igual que antes de ti, igual que contigo, igual que después de ti...la lluvia moja mi cara ¿o son mis lágrimas? la vida sigue.
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El secreto de la higuera - Concurso de Paradela
José Vicente (blog Ya que digo)

Raquel se acercó con una enorme sonrisa a la hermosa higuera que estaba discretamente situada en un rincón de la acogedora casa de campo, donde tantos veranos habían pasado juntas, ella y  Milagros, su amiga de toda la vida y la actual propietaria de la casa. Como tantas veces hiciera en el pasado, rebuscó entre las hojas, examinando detalladamente todos los frutos, y fue escogiendo aquellos que parecían más apetitosos; hacía mucho tiempo que no los probaba, casi tanto como el que hacía que no visitaba aquella casa. Cogió tres, luego se sentó a los pies del árbol y se dispuso a disfrutar del momento, antes tantas veces repetido y ahora evocador de tantos momentos felices.

Abrió el primero. Lo hizo con delicadeza para evitar que se rompiera; no quería matar  ese instante mágico y tal parecía que estaba abriendo una delicada flor. Lo observó durante unos segundos y contemplo, con agrado, la mezcla de colores y aromas que de él salían; seguidamente acercó los labios al interior del fruto carnoso y mordió con ansia. Enseguida sintió como cientos de semillas explotaban en su paladar, llenándolo de esa deliciosa mezcla de sabores ásperos y dulces a la vez; las percepciones de sus papilas gustativas le provocaron un extraño sentimiento de gozo que incluso le erizó la piel.
Repitió la misma operación con la segunda breva. Las sensaciones no solo no se calmaban, si no que iban en aumento. La mezcla de recuerdos y sabores, a la sombra de la higuera, eran emociones maravillosamente placenteras. Eran las mismas impresiones que solía tener muchos años atrás, cuando comer higos debajo de la higuera era algo tan cotidiano como agradable.
Se escuchó una despedida en la puerta de la casona y enseguida apareció Milagros.
- Veo que tu escondite sigue siendo el mismo – dijo con sarcasmo.
- Es el mejor sitio de la casa – respondió Raquel.
- ¿Quizás lo que nos regala Mila también te guste? – Milagros sonreía mientras apuntaba con un cigarrillo liado a mano la planta de marihuana que estaba a pocos metros.
- Vaya, ¡esto si que es una sorpresa! No sabía que cultivaras una.
- Si, no sabes lo gratificante que es consumir lo que una misma siembra – no pudo evitar una carcajada mientras encendía el aromático cigarrillo.




Dio un par de profundas caladas y enseguida se lo pasó a su amiga, que parecía esperarlo con ansia. Tras aspirar, así mismo, dos veces del porro, y mientras lo volvía a pasar a la anfitriona, Raquel no pudo evitar sincerarse. Éste estaba siendo un día lleno de experiencias ya vividas que le traían gran cantidad de recuerdos.
- ¿Sabes cuánto tiempo hace que no fumaba uno? Siete años. Fue la víspera de tu boda ¿te acuerdas? Fue aquí mismo, bajo nuestra higuera – Raquel sentía que el humo, una vez inundados sus pulmones, comenzaba a embriagar su cerebro.
- ¿Como iba a olvidarlo? Aquel día fue muy especial para mí. Recuerdo cada palabra y cada frase que nos dijimos, entre ellas, que nunca nos separaríamos y que buscaríamos la manera de vernos siempre que pudiéramos, y la realidad es que, aparte del día que nació Víctor, que me hiciste una visita relámpago, no nos hemos vuelto a ver.
- Tuve que marcharme fuera por trabajo, ya lo sabes.
- Pero también tuviste la opción de quedarte en la filial de aquí, de nuestra ciudad, y no quisiste – la voz de Milagros sonaba acusadora.
- Es verdad, pero vi el momento de salir de aquí, no me gustaba el futuro que se avecinaba. Me sentía sola y tenía la necesidad de cambiar de aire, ver otros lugares y volver a retomar las riendas de mi vida. Sencillamente surgió la oportunidad y la aproveché. Pero ¿vamos a estar todo el rato echándonos el pasado en cara? – Raquel quiso cortar viendo que la conversación se estaba poniendo peligrosamente seria.
- No, claro que no. Es sólo que te he echado mucho de menos todos estos años.
- ….
- ¿Cómo te va con Ricardo?, ¿Te hace feliz? – Raquel quiso volver a encauzar la charla.
- Si, es un hombre bueno. Me quiere y yo también le quiero; es amable y  cariñoso y siempre está pendiente de mí. Además me ha dado un hijo maravilloso que lo es todo para mí. Ahora mismo soy muy feliz, no le puedo pedir mucho más a la vida.
Ambas mujeres se quedaron calladas, durante unos minutos no supieron que decir. Parecía que el silencio se pudiera cortar. Los efectos del cigarrillo de marihuana, que circulaba de un lado a otro sin parar, ya estaba haciendo efecto en las dos. Raquel, menos acostumbrada, notaba un curioso mareo unido a una excitación que, aunque no era nada extraño para ella, si que constituía una mezcla que hacía mucho tiempo que no experimentaba. Aun así quiso retomar la conversación. No quería que se rompiera la agradable simbiosis que percibía volvía a crearse entre ellas.

- ¿Recuerdas la cantidad de horas que hemos pasado aquí mismo, debajo de estas hojas? ¡Cuanto nos habrán visto reír juntas, cuantas travesuras habrán contemplado y cuantas confidencias habrán escuchado!.
- ¡Como iba a olvidarme! Es imposible olvidar tantos momentos agradables. Siempre ha sido nuestro lugar favorito ¡Éramos tan jóvenes y a veces tan… inocentes!
- ….
- ¿Recuerdas todos nuestros juegos…?
- Todos…, nunca he olvidado nada…, nada…
- ¿Echas de menos algo…?
- Muchas veces sí que he necesitado… ¿y tú?
- Yo siempre te he echado de menos, sabes lo que siento por ti
- Lo sé, pero…

No pudo continuar. Raquel puso un dedo en sus labios ordenándole silencio. El cigarrillo hacía ya un rato que se había acabado, pero la influencia que ejercía sobre las dos mujeres era evidente. Ambas comenzaron a percibir una liberación y una desinhibición como hacía muchos años que no sentían.
Con determinación no exenta de cierto temor, Raquel abrió con suavidad uno de los frutos de la higuera que aun tenía en la mano y, extrayendo totalmente toda su carne con los dedos, se lo ofreció a Milagros. Ésta, con una sonrisa cómplice, lo aceptó con agrado y sintió como su amiga introducía, con delicadeza, toda la pulpa del fruto en su boca. Lo saboreó con gusto y con placer, relamiéndose los labios con intensidad, luego, antes de que éstos se retiraran completamente, cogió entre sus manos los dedos que le habían ofrecido el higo y así mismo, comenzó a lamer y a succionar todo el jugo que en ellos había quedado adherido, limpiándolos con deleite.
La embriaguez de sus sentidos ya era total. Durante unos segundos, que parecieron largos minutos, se miraron a los ojos con una mezcla de deseo y temor. Fue entonces cuando definitivamente evocaron fugaces tiempos pasados en un presente pleno y deseado. Una vez resuelta y expulsada la timidez inicial, acercaron sus bocas, entrechocándolas en un apasionado beso, sus lenguas juguetearon revoltosas, primero con retraimiento y más tarde con una pasión que, finalmente, ninguna de las dos fue ya capaz de controlar.
Aquello no fue sino el inicio. Ahora, muchos años después, volvían a sentir como el universo explotaba de nuevo en sus corazones.

La higuera, la hermosa y exuberante higuera, presencia silenciosa de tantos juegos de niñez y de algunos pecados de adolescencia, iba a continuar siendo, una vez más, la mejor y la más fiel guardiana de todos sus secretos.
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Amanecer otoñal (Para el concurso de María Jesús Paradela. 5ª Entrega) – Mercedes Pinto (Blog Soy mi palabra)
Porque el cielo, tímidamente, tornaba su azul celeste al cobalto, y en el verde rabioso de los campos se intuían pinceladas ocres, y los rizos del arroyo lucían como cucharas de plata. Porque esa mañana el horizonte anuncia despedida, callada, discreta, ella supo que había llegado el otoño de su vida. Nunca le pareció tan plácido y dulce un adiós. Estaba segura, no echaría de menos la rabia, la fuerza y la impertinencia del verano; ni su eterna y cegadora luz, sus ojos se habían vuelto demasiado sensibles; ni el calor de sus noches, su piel agradecía más protegerse bajo las mantas. Se le erizo el vello, acaso porque la brisa era más fresca ese amanecer. No, más limpia. Debía ser cosa de la emoción.
No derramaría lágrimas desesperadas como lo hiciera aquel último día de primavera, como si con él se fuera toda posibilidad de enamorarse, ya regaría la tierra el generoso cielo de octubre. ¡Qué ignorante!, mira que confundir el amor con el frenesí… Ni gritaría la soledad de aquel suelo sin flores, confiaba en las semillas que entraña. Florecería de nuevo, seguro, aunque para otros ojos más capaces de soportar sus insolentes colores. Por aquel entonces, todo le parecía posible envuelta en su osada juventud, todo menos lo más importante: que en la calma de la madurez sonaran tan bellos el canto de un pájaro y las notas del pausado discurrir de un río.
Un polvo dorado despertó de lleno el día, y se dispuso a cortar leña. Esta vez no celebraría sus cincuenta como aquellos veinte: con muchos amigos, casi todos futuros desconocidos; con un infinito proyecto, incierto; con la ausencia de familia, que solo sabían reprender sus locuras; y con mucha música y alcohol, de todo tipo, que no falte, para un oído y un paladar aún sin estrenar. Esta vez sentaría frente a
su hogar a pocos amigos, en su día simples conocidos; a su pasado, cierto por entero; y a su familia, su mejor guía. Y se deleitaría con un buen vino y el hilo musical del chisporrotear de la chimenea y de una buena conversación.
Luego sembró el camino de pensamientos, todos buenos, para dar la bienvenida a sus invitados. Después de todo, también había flores que esperaban hasta la llegada del otoño.

11 comentarios:

  1. ¡Ay!, cómo me gusta ver aquí mis letras.
    ¡Gracias!

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  2. Pues ni imaginas lo que yo he disfrutado poniéndolas :)

    ¿Gracias?... en todo caso a ti por tu generosidad al compartirlas

    beso

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  3. Que guay, me encanta, aquí parece como más importante. GRACIASSSSSSS

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  4. No voy a repetir lo dicho a Mercedes, pero te digo exactamente lo mismo :)

    beso

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  5. Tres hermosos textos, que aunque ya los leí en sus respectiva casas , he vuelto a leer con deleite en esta casa.
    De nuevo enhorabuena a los tres premiados y a MariluzGH por acercárnoslos de nuevo.
    Un beso

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  6. Que gozada verme aquí entre mis compañeras. Como bien dice Ana, aquí se ve como más importante.
    Gracias MariLuz.

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  7. Pues yo pienso que sois importantes y por eso estáis aquí :)

    Un beso para cada uno/a.

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  8. José Vicente, reitero lo dicho anteriormente a Mercedes :)

    beso y gracias a ti

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  9. :)
    los tres relatos eran muy buenos; me alegro por esta triple medalla de oro.

    :)

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  10. Con lo que se demuestra, una vez más, que los votantes nunca se equivocan.

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  11. ¡Menudo trío de ases¡ Mi enhorabuena. Os merecéis estar en este blog sabio, democrático y cultural.

    Besos

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